Se sabe con certeza que debemos lavarnos los dientes al menos dos veces al día, ya que hacerlo solo una vez no es suficiente para mantenerlos limpios. De todos modos, a algunas personas les gusta cepillarse los dientes tres veces al día, o incluso más. Y aunque es posible hacerlo en exceso, es más probable dañar los dientes con una mala técnica que con el número de los cepillados al día.
Al igual que pasa con muchas cosas en nuestra vida, más no siempre es mejor. Lo mismo ocurre con el cepillado. Si te cepillas con demasiada frecuencia, tu esmalte puede desgastarse, lo que, a su vez, puede provocar que los dientes se vuelvan sensibles. Además, se verán más amarillos de lo normal porque la dentina amarilla que está detrás del esmalte se hará más visible. En algunos casos, esto puede terminar con una recesión de las encías.
8. El agua es la mejor bebida para tus dientes
Al igual que la saliva, el agua potable también mantiene la boca limpia. A diferencia de los jugos, los refrescos o las bebidas deportivas, el agua no solo elimina los restos de la cena, sino que también quita azúcares no deseados de los dientes. El agua también diluye los ácidos producidos por las bacterias de la boca. Para una limpieza más adecuada podemos incluso utilizar algún irrigador bucal que es más efectivo que cualquier hilo dental habitual hoy en día.