«Cuando llegué aquí, me estrellé», contó Eliana, que en Ecuador cerraba contratos corporativos por miles de dólares para una de las compañías de seguros más prestigiosas. Ella había imaginado que con su experiencia laboral le alcanzaría para insertarse sin problemas en el mercado laboral del «país de las oportunidades». De pronto, el sueño de vivir en la Gran Manzana se convirtió en pesadilla.
Pero volver a casa con la cabeza baja no era una opción. No iba a permitir que su aventura en Estados Unidos fracasara. Así que salió a las calles neoyorquinas, buscando cualquier trabajo que le permitiera pagar la renta y llevar algo de comida a casa. «Al no saber hablar en inglés y no tener conexiones agarré todo: fui cajera, mesera, limpié baños, casas, oficinas, repartí pizzas y volantes».
Un arranque duro: maltrato, humillación y discriminación
Sin embargo todo ese esfuerzo poco servía. Con esos empleos mal remunerados no le alcanzaba para pagar sus gastos. «Nunca me imaginé que al llegar a Estados Unidos mi vida daría un giro de 180 grados», confesó la latina a Telemundo. «Tenía dos trabajos, y aún así no llegaba a fin de mes. Terminaba mi día exhausta y no me quedaba tiempo para cuidar de mi hija. Además, estaba subyugada a horarios rotativos, gritos y maltratos verbales«.
«Fui humillada y explotada por mis empleadores, quienes me pagaban menos del salario mínimo estipulado por la ley, y por si fuera poco, cada vez tenía menos tiempo para estar con mi hija».
Desesperada por salir de la crisis, Eliana preguntaba a todo con el que se cruzaba si podía ayudarla, si conocía de algún trabajo que le permitiera tener algo más de independencia económica. «Así fue como llegué a esta propuesta», explicó en el ciclo «Latinos en Nueva York». «Dije que sí antes de saber qué era».