Y es que, durante la adolescencia, es más que normal que los jóvenes quieran divertirse y pasarlo a tope. Incluso cuando eso suponga quebrantar una que otra regla de la casa, como por ejemplo, contar con la autorización de los padres.
Lo que sucede es que en su afán de creerse independientes y autosuficientes, olvidan que no todos los lugares son adecuados, especialmente porque puede peligrar su seguridad y hasta su vida. Y después de todo, para los padres, sus hijos siempre seguirán siendo sus pequeños, y se angustian solo de pensar que podría pasarles algo malo en manos de desconocidos.